domingo, 8 de julio de 2007

La Gente Impaciente de las seis de la tarde

Por Andrea Gon-Belt.

El cielo medio nublado, el calor húmedo, el viento caliente y un trailer impidiendo el paso a cinco vías. “Pobre Hombre”, el de atrás pitando, el de al lado bosteza, la del otro lado platica y señala la segunda cabina del trailer, el de adelante hace ruidos con el motor, muy probablemente estándar y el trailero hace maniobras para remediar la situación que nos incluía a unos (muchos) cuantos. Y de pronto Transito de Monterrey, un policía gordo se baja de la moto con actitud de galán de novela de las nueve, el de atrás no deja de pitar, el de al lado se le une, baja la ventanilla y grita “Órale”, ¿Órale que? Pienso yo, mientras me recargo sobre el volante, después de haber puesto la palanca en neutral. De pronto un concierto de automovilistas, cada quien a su ritmo, el trailero sigue sin poder acomodarse de manera adecuada, el transito camina de un lado a otro, midiendo, ayudando, estorbando. El de al lado grita “Para eso me gustabas”, “Anda, bájate y colabora” pienso yo, mientras prendo un cigarro. “¿Semillas?” dice una señora de piel morena, envuelta en telas coloridas, “no, gracias”.

El trafico sigue en donde mismo, el trailero a hecho tantos trucos que he perdido la cuenta, el policía se rasca la cabeza, va y viene a su moto, se pone las manos en la cintura y el de al lado grita “A que hora, cabrones”, “Cuando dejes de joder” pienso yo y tiro la ceniza, mientras le sonrío hipócritamente al enfurecido vecino de carril. La reversa nunca falla, el transito pone “orden” y el trailer empieza a retroceder, la mayoría de impacientes pitan, el carril de mi vecino sigue tapado, es mi turno de avanzar, y de nuevo saca la cabeza por la ventanilla y grita “Son chingaderas”, “Si tanto te incomoda, baja y ayuda” esta vez no estoy pensando, lo he dicho viéndolo a los ojos, el se sorprende, yo también, “lo dije en voz alta”, pienso y avanzo.

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